Deseo con todas mis fuerzas pensar que no me llamas porque estas incomunicada a veinte mil metros bajo tierra por tu manía de no fijarte en las cosas que te rodean, como en mi amor, por ejemplo, y no hayas visto ese agujero que estaba justo en frente de ti, y te hayas caído.
Me encantaría tener la certeza de que dentro de una hora, cuando me duche y salga a la calle, mi rumbo será tu casa, y no incierto...
Por estar tú con ella.
Es por eso que no gritas mi nombre al viento.
Porque estas con ella.
Y odio, te juro, que odio saberlo.
Es por eso que no me llamas, no te has caído por ningún agujero.
No puedo ir a verte, no puedo llamarte.
Estas con ella.
Ahora mismo, tu mano estará tocando la suya, y esta noche ella ha tenido la maravillosa oportunidad de dormir contigo.
Y que dolorosa reminiscencia, pasar tanto tiempo soñando con algo, contigo, con tu piel, con tu mano...
Para que venga ella y me robe mi sueño.
Sin haber tenido que soñarlo tanto, seguro.
Sin tanto sufrimiento, sin luchar, sin una batalla en la que alguien gana y alguien pierde, ella ha ganado.
Y mi luchar es tan absurdo..
Estas con ella, y solo quiero saber que no es cierto.
Y tú estarás riendo a su lado, albergando en ti la mayor de las felicidades,
y yo, estúpida y zoqueta, escribiendo toda esta mierda.
Toda esta tontería llena de celos y de sueños rotos y deshechos.
Llena de amargura y soledad,
de suciedad, de lágrimas y suspiros sin fin.
De pena, pena de mi misma,
pena de vosotras, y de ti.
Una pena que solo quiero que se esfume para dejar de sentir.