Te lo impediría con besos eternos,
me daría igual que fueran pares o impares,
tampoco tendría suficiente razón en mi como para contarlos.
No tendrías que elegir qué tipo de besos serían,
porqué habría de todo tipo y por todas partes.
Con inagotables caricias que no sentirías como caricias,
porque correrían en un incesante flujo de continuidad que
te haría perder la noción de dónde te estaría tocando...
Con miradas que sí que se clavarían en ti de manera que no las pudieras sacar.
Con bellas palabras para no olvidar.
Con sonrisas y con peleas...
Y con todo lo que tú quisieras.
Solo ven conmigo, cree.
Déjame que te guíe en este inmenso mar,
tienes que confiar...
Que eres tú quien me ha enseñado a nadar.
Me han encantado los últimos cuatro versos, has pasado de la incoherencia de los sentimientos (que sabemos cómo son...) a la coherencia del sentido, de cuando te das cuenta que nada tiene sentido si esa persona no está por mucho que queramos seguir adelante... los brazos y las piernas no responden para nadar...
ResponderEliminarCuando aprendiste a nadar?
ResponderEliminarNo responden.. Ni para nadar, ni para nada.. Me ha emocionado tu comentario Kaos, muchas gracias...
ResponderEliminarY en respuesta al anónimo... Acabo de aprender y aun tengo peligro de no salir a flote si me hundo.
Sabes que conmigo no te vas a hundir
ResponderEliminarConfío a ciegas... Quiera o no.
ResponderEliminarEso es verdad...cuando te hablo apenas me miras
ResponderEliminarA ciegas, temblando...
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