lunes, 12 de diciembre de 2011

La perra de la Hortelana, o de la Pelanas.

"-¿Quien es?
-Yo soy. ¿Así te olvidas de mí?
-Y tan olvidada estoy
que a no imaginar en ti
fuera de mí misma voy.
Porque si en mí misma fuera
te imaginara y te viera;
Que para no imaginarte
tengo el alma en otra parte
aunque olvidarte no quiera."

Que para no verla, tengo que salirme de mí.
Que solo quiero estar con ella
y el vivo recuerdo de su imagen es lo que me hace querer y poder seguir.
Que no la saco de mi mente
y la penumbra que al mirarla la envolvía me ha oprimido los sentidos
sus palabras me han desdoblado el alma
y su voz me tiene tan locamente enamorada
que solo me siento viva recordándome allí.
Sus oscuros ojos negros son más peligrosos que la más elaborada tela de araña.
Desde la primera vez que los miré,
anhelo constantemente volver a tener la oportunidad de mirarlos,
con todo el miedo que implica, el arrobo...
Me tiembla el cuerpo si la pienso.
Se me entumece el alma al saberla lejos.

Hubiera dado mi vida por sus labios,
y solo supe dar la imagen de una íntegramente estúpida social.

Cada vez que su mano se alzaba al poner énfasis en algún momento de la conversación,
estiraba todo lo posible mi brazo, para que su piel rozara la mía,
lo hacía, claro, imperceptiblemente...
Me atrevería a decir que era más un esfuerzo mental que físico,
porque si me hubiera movido un centímetro, el milagro habría sucedido.

Maldito hado, cuan caprichoso y doloroso resultas a veces,
enseñarme la perfección para arrebatármela al siguiente día,
y dejarme desamparada, henchida de pura añoranza de un imposible deseo que llena mi vida de sentido,
que, por descarte, lo deja a sí mismo, de su esencia desprovisto
y mi vida vuelve a quedar, sin remedio, vacía.