domingo, 9 de noviembre de 2008

El Polígono.

El polígono. Dulce figura equilibrada, medida y calculada.
Divina unidad coherente y proporcionada.
Polígamo en su ser, por tener tantas paredes contiguas.
Por representar la unidad inexistente, tan, en esta sociedad de mentes mas bien insensatas, deseada.
Por dejar entrever por medio de todas esas conexiones apasionadas, la figura del amor.
Ninfómana existencia de un ángulo perfecto.
Ninfómano, por su multiplicidad homónima.
Perfecto, por su perenne armonía canónica.
Engendrador del deseo pudendo, de carne cruda, deja desnuda la figura del tabú después de tantos milenios de pudor.
Nos demuestra, sin darse cuenta, que el deseo es armónico, que, esa figura del amor,
no es como nosotros la creemos ver.
Nos deja observar como nuestros esquemas del amor eterno, uniforme, príncipe azulado y princesa rosada, caen sin el menor problema.
Nos grita que ese sistema de amor que tanto añoramos, no existe, y que no es como nosotros pensamos.

El polígono, hace comprender la relación humana en el ámbito sexual,
hace ver, que el amor, la unidad, van mas allá de la simple unión de dos.
Dos "te quieros" mutuos, casi vacios, sin sentido.
Dos "te amos" que han de ser eternos y nunca lo serán.
Dos "siempre estaré contigos" que no pasarán.

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