domingo, 30 de enero de 2011

Bloqueo Hormonal.

"En un mundo sin melancolía los ruiseñores se pondrían a eructar."
Esperare a que los ruiseñores empiecen a cantar para alejarme, que sin el canto de los ruiseñores el mundo pierde melancolía, y el pobre no está en condiciones...
Me quedaré aquí, brindando mi melancolía al mundo a modo de sucedáneo del canto diurno de los ruiseñores, que cuando llueve, tardan una hora o dos más en derrochar melancolía chirriante que destroza los tímpanos de la gente nocturna.
Lloraré y lloraré, y mis rasgados suspiros junto con mis profundos sollozos serán el melancólico canto de los ruiseñores, que, Julieta, bajo tu balcón resonaran desde hoy por siempre, pues la melancolía no se encuentra fácilmente, y ese suelo, ese escalón y esa verja son parte ya de la maldición que yo quisiera no te persiguiera.. Pero que te persigue, y hasta que tu tengas el valor suficiente, te perseguirá.

Y me quedo aquí para ganar tiempo. Porque prefiero la amargura a la soledad.
Prefiero sentirme a cincuenta metros de ti, estando tú ahí arriba, en tu cama, y yo aquí abajo, sentada en el suelo, tanto real como metafóricamente...
Prefiero sentir el hondo desconsuelo de la derrota a la maldita compañía de la soledad, que lo abarca todo, y todo lo que abarca lo daña, lo deshace en mil pedazos, sin pudor, sin miedo. Porque hasta la soledad es valiente.

Esta ignominiosa melancolía que me hace enfermar y sentirme sola, en tanto que me alejo de todo por mi malestar y es entonces cuando la soledad pasa de sentimiento a realidad.
Y cuanto duele, cuanto duele la soledad cuando no se la quiere.
Más aun cuando se quiere una compañía en particular, casi intangible, al menos en una cama, o al menos con los propios labios, poderosos motivos de deseo y obsesión, camino a la temible e irresistible perdición, al completo abandono de un ser mixto respecto al mundo, que nada tiene ya que ofrecer a este, tan sumido en su, por su propia mano escrito, destino, que nada más le es suficiente; el de poseerla, amarla y recibir su amor, porque las cosas, cuando son recíprocas siempre, siempre son mejor.
Que ya no tiene motivos.
Solo queda la inagotable esperanza, el derroche de ilusión que se pierde, haciendo que un corazón se rompa y se vacíe, creando el más poderoso y desesperanzado dolor.
El deseo no realizado, la fatalidad de un sueño que no se cumplirá, y el tener que asumirlo sin opción a luchar por la sensación de imbecilidad...
Por Zeus...


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